jueves, 19 de marzo de 2015

Disfrutar de no hacer nada: Vacaciones!


Siempre he sido de esas personas que les cuesta estar en su casa sin hacer nada, entiéndase por tal mirar la tele, una peli, quedarme tirada en la cama o leer un libro, no es que no lo disfrute pero no puedo evitar cierta sensación de culpa, de tiempo que se escabulle, necesito hacer cosas para sentirme productiva y al mismo tiempo me siento algo tonta por tener esos sentimientos que no puedo evitar, contradicciones de la vida.



Sin embargo en las vacaciones esa máxima desaparece, se vuelven tan disfrutables las siestas las horas sentada mirando el mar y la lectura de un libro que uno quisiera detener el tiempo y prolongarlas hasta el infinito y es ahí cuando uno piensa si tiene lógica este sistema en el que trabajamos todo un año para descansar y disfrutar veinte días o si la clave estará en amar y disfrutar lo que hacemos cada día y trabajar para convertir esa idea en realidad, cada vez más tiendo a inclinarme por esto último.



Foto tomada desde el faro de Cabo Polonio, Rocha, Uruguay.

Me suele pasar que en la licencia así como dejo de hacer algunas cosas tales como trabajar o ir al gimnasio aprovecho para hacer otras, por ejemplo terminar libros que fueron quedando a medio leer durante el año, esta vez le tocó a Caminos Invisibles de Juan Pablo Villarino y Laura Lazzarino dos bloggers viajeros que relatan sus aventuras en una travesía de 36.000 kilómetros y 545 días de viaje por Sudamérica, profesando el autostop, el couchsurfing y el contacto con los lugareños, brindando historias inspiradoras, emocionantes y divertidas.
A quien le interese conocer algo más de los autores les dejo el link a sus blogs, donde también encontrarán información para adquirir el libro: http://www.acrobatadelcamino.com y http://losviajesdenena.com

"' Nosostros nos resistimos al cambio', me dijo Américo mientras preparaba el café que habíamos ordenado. En el viejo bodegón que atendía habíamos buscado refugio de un chaparrón súbito. Era un antro con billares y ventiladores descalabrados que hedía a madera y encierro, una tasca oscura consagrada a los vinilos antiguos en donde a nadie se le habría ocurrido pedir una Pepsi. Américo recetaba café a quien quisiera olvidarse del tiempo y whiskey si de relegarse a uno mismo se trataba. La misma màquina cafetera Vittoria dispensaba, con chirridos de locomotora, el insomnio azabache desde que el bisabuelo de Américo la había comprado en 1908. Había sido transportada desde Italia a vapor y hasta Salento hasta lomo de mula. Para no desentonar, un grupo de parroquianos jugaba al sapo, ejecutando de memoria un ritual cuyo afán era no despertar con novedades a los relojes de la historia. Las directrices de ese rito de contención venían dadas por una melodía que había comenzado a manar de los gramófonos de las cantinas colombianas en los años treinta, y que sonaba esa tarde en el bar. Su mayor exponente falleció en un accidente aéreo en Medellín en 1935. La tragedia no hizo más que preparar su devoción en una tierra donde ya era admirado. Ese mito se llama Carlos Gardel y esa música es el tango." Fragmento del libro relatando sus vivencias a través de eje cafetero en Salento, Colombia.


Y para despuntar el vicio este es otro de los que me llevé en la valija, aunque aún me queda mucho jugo para sacarle, ya lo verán en futuros post!


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